sábado, 16 de abril de 2016

Parejas de hermanos, padres, hijos, etcétera

A menudo ingresan en la familia y no del mejor modo, parejas de hermanos, padres, hijos, etcétera. Y uno no sabe qué hacer...

Se persigna, lo pone todo en manos de Dios, y dice: "Ojalá sean felices". Pero la verdad es que no siempre suele ser así: la mayoría de las veces las personas no cambian, sino que empeoran.

La esposa del padre hace fuerza para que no vayas a cenar; la esposa del hermano para cobrar menos la cochera... Pasan los años, y las oraciones parecen no alcanzar. Rosarios y rosarios enteros y la gente no cambia: empeora.

Hay sin embargo un revés en toda esta historia. ¿Se han puesto a pensar cuán difícil es para alguien ingresar en una familia? ¿Cuán -non santo- es de por sí? Reemplazar a hermanos, a esposas... ganarse un lugar que no estaba pensado para ellos desde un principio.

Y esa es la cuestión. Ponerse en el lugar también de esa "gente invasiva" que muchas veces nos exaspera. Lo disimulemos o no: nos exaspera, digámoslo bien. Pongámonos también en el lugar de ella; de sus falencias, de los modos que halló para poderse integrar. ¿Éticos?, quizás no. Pongámosle ética nosotros.

Pongámosle "garra" al amor.
Actuemos bien siempre... y amorosamente
con quién parezca obrar al contrario con nosotros.

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